Ese día se reafirma “la plena participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural”.
Durante los primeros años del 1900, algunas militantes por los derechos de la mujer lucharon por establecer una fecha para conmemorar este día. La propuesta fue escuchada, pero durante algunos años dicha conmemoración se realizaría en diferentes fechas, según la decisión de cada país.
RECORDEMOS UN POCO DE HISTORIA
Un incendio ocurrido en la fábrica textil Compañía de Blusas el Triángulo en Estados Unidos el 25 de marzo de 1911 reavivó los reclamos de las trabajadoras que venían denunciando las precarias condiciones laborales a las que eran sometidas. La tragedia ocurrió cuando el fuego se propagó causando la muerte de 146 personas, en su mayoría mujeres. Recién en 1914, las mujeres del mundo lanzaron un llamado de fraternidad universal y fijaron el 8 de marzo como fecha dedicada a la mujer luchadora.
Fuente: https://www.elhistoriador.com.ar/
Por un mundo digital inclusivo: innovación y tecnología para la igualdad de género
Aunque las mujeres representan cerca de la mitad de la población mundial, hay 259 millones más de hombres que de mujeres con acceso a Internet.
FOTO:Carly Learson/UNFPA Asia y el Pacífico
Nuestra vida depende en la actualidad de una fuerte integración digital: desde acceder a un curso, llamar a tus seres queridos, hacer una transacción bancaria o reservar una cita médica. Todo pasa actualmente por un proceso tecnológico.
Sin embargo, un 37% de las mujeres del mundo no tienen acceso a él.
Si ellas no pueden tener acceso a internet y no existe un sistema que además les haga sentirse seguras navegando en el mundo digital, nunca podrán desarrollar las habilidades digitales necesarias para su día a día, lo que genera pérdida de oportunidades en sus vidas cotidianas, y más concretamente a la hora de estudiar carreras relacionadas con la ciencia y la tecnología.
El 11 de noviembre de 1951, hace hoy 67 años, las mujeres votaron por primera vez en nuestro país.
La lucha histórica de las mujeres para ganarse un lugar en la vida democrática de nuestro país.
Desde fines del siglo XIX las mujeres argentinas venían luchando por la obtención de sus derechos cívicos. Cecilia Grierson, aquella notable mujer que había decidido estudiar medicina para curar a su amiga Amalia Koenig que padecía una enfermedad que por entonces era incurable, transformándose en la primera mujer que pudo graduarse como médica en 1889, participó en aquel mismo año en Londres del Segundo Congreso Internacional de Mujeres y en septiembre de 1900 fundó el Consejo de Mujeres. En 1907 la socialista Alicia Moreau de Justo creó el Comité Pro-Sufragio Femenino. Estos impulsos influyeron decididamente para que en mayo de 1910, en pleno centenario, Buenos Aires fuera elegida como sede del Primer Congreso Femenino Internacional con la participación de delegadas chilenas, uruguayas y paraguayas donde se reclamó enérgicamente el derecho de las mujeres a votar. Otra de las pioneras fue Julieta Lanteri quien tras un sonado juicio logró su carta de ciudadanía y que se la inscribiera en el padrón municipal en 1911. Se convirtió en la primera mujer de toda Sudamérica en ejercer el derecho al voto en las elecciones municipales celebradas el 26 de noviembre de aquel año.
En marzo de 1919 lanzó su candidatura a diputada nacional por la Unión Feminista Nacional y contó con el apoyo de Alicia Moreau de Justo y Elvira Rawson. El resultado fue magro pero importante simbólicamente: obtuvo 1.730 votos.
En 1911 el diputado socialista Alfredo Palacios había presentado el primer proyecto de ley de voto femenino en el Parlamento Nacional, faltaba aún un año para que se sancionara la Ley electoral conocida como Ley Sáenz Peña de voto secreto, universal (o sea masculino en el lenguaje político de la época) y obligatorio. El proyecto de Palacios ni siquiera fue tratado sobre tablas. Las mujeres eran consideradas incapaces por el Código Civil de 1871. Recién en 1926, por la Ley 11.357 alcanzaron la igualdad legal con los varones aunque esa igualdad, que estaba muy lejos de ser respetada en los hechos, era tan relativa que no incluía el derecho al voto ni la patria potestad compartida.
Gracias al impulso de Aldo Cantoni, las mujeres sanjuaninas se convirtieron en abril de 1928 en las primeras en votar en todo el país.
En 1929, un compañero de ideas de Palacios, Mario Bravo presentó un nuevo proyecto que dormiría –golpe de Estado mediante- el sueño de los justos en los cajones de la cámara por tres años hasta que pudo ser debatido a comienzos de septiembre de 1932. En apoyo a la ley llegaron al Parlamento 95.000 boletas electorales firmadas por otras tantas mujeres de todo el país con la siguiente consigna: “Creo en la conveniencia del voto consciente de la mujer, mayor de edad y argentina. Me comprometo a propender a su mayor cultura”. Pocos días después, el 17 de septiembre, la Cámara Baja le daba media sanción a la ley propuesta por el diputado socialista Mario Bravo que facultaba a las mujeres para votar. Durante el debate el diputado derechista Bustillo pidió el voto calificado para la mujer en medio del abucheo generalizado de cientos de señoras y señoritas que colmaban los palcos del parlamento, mientras que el socialista Ruggieri, celebraba, en medio del aplauso de las damas presentes “la coincidencia de todos los sectores en el deseo de libertar a la mitad del pueblo argentino, la parte más delicada y sufrida, y la más oprimida, dándole participación directa en nuestras luchas cívicas” . El legislador ultra conservador Uriburu, se opuso en estos cavernícolas términos al proyecto: “Cuando veamos a la mujer parada sobre una mesa o en la murga ruidosa de las manifestaciones, habrá perdido todo su encanto. El día que la señora sea conservadora; la cocinera, socialista, y la mucama, socialista independiente, habremos creado el caos en el hogar”.
La Ley no pudo pasar esa defensa infranqueable del pensamiento retrógrado que era el Senado argentino de los años 30. Pero la bancada socialista, la que más hizo por la concreción del voto femenino a lo largo de nuestra historia, acompañada por el impulso de la mujer del fundador del Partido, Alicia Moreau de Justo, insistió sin éxito con proyectos presentados por el diputado Palacios en 1935 y 1938. Este último fue apoyado por una declaración de la Unión de Mujeres Argentinas, firmada por Susana Larguía y Victoria Ocampo.
Desde aquel proyecto de Palacios de 1911 se presentaron otras 22 iniciativas legislativas hasta que el 9 de septiembre de 1947 pudo sancionarse finalmente la ley 13.010 que establecía en su primer artículo:” Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos.”
El 23 de septiembre Evita debutó como oradora en el balcón de la Casa Rosada, lo haría para hablar ante una multitud convocada por la CGT que celebraba la obtención el voto femenino. Comenzaba a sonar estridente y metalizada por los altavoces, aquella voz enérgica que quedaría para siempre en el recuerdo de todos los argentinos, los que la amaban y los que la odiaban. Aquella voz inconfundible dijo entonces: “Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos.” Y remarcó que se trataba de una “..victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional”.
Lejos de alegrarse las dirigentes opositoras de todo el arco político desde la izquierda a la derecha, que venían luchando por lograr el voto femenino y la total integración de la mujer a la política, sintieron que Evita les arrebataba una reivindicación histórica y una anhelada conquista.
El libro de Alicia Panero habla acerca de las enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles que estuvieron en las islas.
Las voces de las mujeres veteranas de la guerra de las Malvinas son rescatadas por primera vez en un libro a través del cual la escritora Alicia Panero asume el desafío de contar cómo es vivir en el olvido
"Estas mujeres no figuran ni en un libro de historia; se las omitió y no formaron parte de los procesos de construcción de la memoria colectiva", refiere la autora de "Mujeres Invisibles" acerca de las enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles que curaron a los soldados argentinos heridos en las batallas por las islas.
Panero cuenta que algunas de ellas no habían vuelto a hablar del tema, hasta ahora.
"Todas sufrieron traumas muy fuertes por estar en contacto con los heridos", relata la escritora e investigadora, que trabaja y vive en una institución militar de Córdoba junto a su marido, que es militar.
Alicia Moreau de Justo, del ensayo electoral a la conquista de los derechos femeninos
Alicia Moreau nació en 1885, en el exilio de sus padres en Londres, donde habían buscado refugio contra las persecuciones luego de la derrota de la Comuna de París de 1871, de la que Armand Moreau, su papá, había participado activamente. Poco después del nacimiento de Alicia, la familia migró a Buenos Aires, donde Armand se vinculó al grupo socialista francés Les Égaux (“Los Iguales”), una de las organizaciones que en 1896 confluiría en la fundación del Partido Socialista.
En 1902, Alicia inició su escuela secundaria en el Normal 1, de la avenida Córdoba de la capital, donde dos años después se recibió de maestra. Allí tuvo como profesor de filosofía a don Hipólito Yrigoyen. En 1906 participó en el Congreso Internacional de Libre Pensamiento, a partir del cual inició su militancia feminista que, luego, la llevaría a sumarse al Partido Socialista.
Mientras realizaba los estudios universitarios, que le darían su título de médica en 1914, comenzó a dar conferencias en la Sociedad Luz, institución creada por librepensadores para promover la educación obrera. Su tesis doctoral en medicina fue sobre la función endócrina del ovario. Luego se especializaría en enfermedades femeninas, mientras daba clases de fisiología en la Universidad de La Plata.
En 1910, encabezó la creación de la institución el Ateneo Popular y comenzó a colaborar con el dirigente socialista Enrique del Valle Iberlucea, identificado con la “izquierda” partidaria, como redactora del periódico Humanidad Nueva.
Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial se puso al frente del movimiento pacifista. Cinco años más tarde, en 1919, participó como delegada en el Congreso Internacional de Obreras que se reunió en Washington, donde tomó contacto con las sufragistas norteamericanas. A su regreso, fundó la Unión Feminista Nacional a la que adhirieron, entre otras, la poetisa Alfonsina Storni.
Al año siguiente, la unión llevó adelante un impactante simulacro de votación, en el marco de las elecciones nacionales del 9 de marzo de 1920. Se instalaron urnas en 20 distritos electorales de la Capital y, concluido el comicio, fueron llevadas para su particular escrutinio a la sede de la revista Tribuna Popular. El triunfo fue para las socialistas, seguidas de lejos por las radicales. Mientras tanto, en las elecciones oficiales, compitieron dos mujeres: Alicia Riglos de Berón de Astrada, por el Partido Socialista, y Julieta Lanteri, por el Partido Feminista Nacional, que obtuvo 1.363 votos.
En 1921 Alicia Moreau de Justo se afilió al Partido Socialista y, luego de casarse en 1922 con el líder histórico del partido, el doctor Juan Bautista Justo, se incorporó al Comité Ejecutivo, teniendo a su cargo la coordinación de las agrupaciones feministas. Su tarea fue fundamental para la obtención de los derechos de la mujer –que no incluyeron los cívicos- en 1926.
Por ese entonces, Alicia Moreau de Justo llamaba a las mujeres a “conquistar” los derechos, pues de otra forma no se conseguirían. Para recordar a esta gran luchadora por los derechos de las mujeres, en la fecha de su fallecimiento, traemos las palabras que escribiera en la revista Nuestra Causa, en ocasión de un nuevo ensayo electoral practicado el 21 de noviembre de 1920.
Fuente: Revista Nuestra Causa, “El ensayo del voto municipal femenino”, por Alicia Moreau, 10 de noviembre de 1920, págs. 152-153, en Edit Rosalía Gallo, Nuestra Causa, Revista mensual feminista 1919-1921, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas Cruz del Sur, 2004, págs. 113-116.
“El 21 de noviembre tendrá lugar un nuevo ensayo de voto femenino. Esta vez con motivo de las elecciones municipales… (…) Lo que pretendemos es despertar la atención de las mujeres, es interesarlas en el movimiento, es provocar una manifestación de opiniones. (…) Cuando hayamos llegado a la conquista del sufragio, sólo entonces será el momento de una acción política definida… (…) Recuerden…que los verdaderos derechos se deben conquistar, que es necesario vencer los conservadores, rutinarios retrógrados, los temerosos de lo nuevo, los amantes del pasado, que es necesario vencer el temor de los políticos que ven con recelo esa incógnita que encierra el voto femenino ( y tal vez sea éste el mayor obstáculo); recuerden las mujeres que dispersas las fuerzas se debilitan y que para conseguir el bien común necesario es sacudir la apatía y elevarse por encima del bienestar del momento presente.”
Julieta Lanteri, primera argentina y sudamericana en votar.
Julieta Lanteri nació en Cuneo, Italia, el 22 de marzo de 1873
En 1911, al obtener la nacionalidad argentina y en el contexto del debate sobre la reforma electoral que llevaría a la llamada Ley Sáenz Peña, la doctora Lanteri hizo una presentación judicial muy particular: reclamó que se le reconocieran plenos derechos como ciudadana, incluidos los políticos. Lo más curioso es que el fallo de primera instancia, luego refrendado por la Cámara Federal, resultó favorable. El juez E. Claros decía: “Como juez tengo el deber de declarar que su derecho a la ciudadanía está consagrado por la Constitución y, en consecuencia, que la mujer goza en principio de los mismos derechos políticos que las leyes, que reglamentan su ejercicio, acuerdan a los ciudadanos varones, con las únicas restricciones que, expresamente, determinen dichas leyes, porque ningún habitante está privado de lo que ellas no prohíben”.
Fue así que el 16 de julio de 1911 Julieta Lanteri fue la primera mujer incorporada a un padrón electoral argentino, y en las elecciones del 26 de noviembre de ese año fue la primera sudamericana que pudo votar.
Tras obtener la nacionalización, Lanteri volvió a solicitar un puesto en la Facultad de Medicina, la adscripción al cargo de Profesor Suplente. Nuevamente el cargo le fue negado, esta vez lisa y llanamente por su condición de mujer.
La ley 8871 sancionada en febrero de 1912, que democratizaba el sistema electoral al disponer su carácter secreto y obligatorio, imposibilitó que las mujeres recurriesen al trámite seguido por Julieta Lanteri unos meses antes. Al establecer que el padrón electoral correspondería al empadronamiento para el servicio militar, restringido a los ciudadanos varones, la ley “expresamente” establecía una “restricción”.
Julieta presentó ante la Junta escrutadora el siguiente escrito: “siendo ciudadana argentina, por nacionalización y, en virtud de sentencia de la Corte Suprema, no figura mi nombre en el padrón electoral, no obstante las gestiones que he realizado con tal propósito. Creo, sin embargo, que ello no constituye impedimento alguno para la obtención del cargo de diputado, y ya que la Constitución Nacional emplea la designación genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo, no exigiendo nada más que condiciones de residencia, edad y honorabilidad, dentro de las cuales me encuentro, concordando con ello la ley electoral, que no cita a la mujer en ninguna de sus excepciones”.
La Lanteri, como comenzaron a llamarla despectivamente en algunos medios gráficos, se convirtió entonces en la primera mujer candidata a un cargo electivo. En abril de 1919 se había constituido el comité ejecutivo provisional del Partido Feminista Nacional, del que Julieta Lanteri era secretaria. Lanzó entonces su candidatura con una plataforma electoral altamente progresista que incluía la licencia por maternidad, el subsidio estatal por hijo, la protección a los huérfanos y la prohibición de la producción y venta de bebidas alcohólicas, la abolición de la prostitución reglamentada, el sufragio universal para los dos sexos, igualdad civil para los hijos legítimos y los conceptuados no legítimos; horario máximo de 6 horas de trabajo para la mujer; salario igual para trabajos equivalentes para los dos sexos; jubilación y pensión para todo empleado u obrero; abolición de la pena de muerte, divorcio absoluto y representación proporcional de las minorías en los órdenes nacional, provincial y municipal.
En las elecciones de diputados de 1919, Julieta obtuvo 1.730 votos sobre un total de 154.302 sufragios emitidos. Vale la pena recordar que todos sus votantes eran hombres.
Julieta continuaría imparable con su lucha, incluso una vez producido el golpe de Uriburu. Hasta que la tarde del 23 de febrero de 1932, mientras caminaba por Diagonal Norte y Suipacha, fue atropellada por un auto que se subió a la vereda marcha atrás. Al volante estaba un miembro de la Legión Cívica. La notable luchadora murió dos días después en el Hospital Rawson, a los 59 años.
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Mujeres destacadas de nuestra historia
Eva Perón
Eva María Duarte de Perón más conocida como Eva Perón o como Evita, fue una dirigente política y actriz argentina.
Eva vivió en el campo hasta 1926, fecha en la que su padre falleció y la familia quedó desprotegida completamente, debiendo abandonar la estancia en la que vivían. Estas circunstancias de su niñez, en las condiciones de discriminación de los primeros años del siglo XX, marcaron profundamente a Eva Duarte.
Migró a la ciudad de Buenos Aires a los quince años donde se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en el teatro, el radioteatro y el cine. En 1943 fue una de las fundadoras de la Asociación Radial Argentina (ARA), siendo elegida presidenta.
En 1944 conoció a Perón, entonces secretario de Estado del gobierno de facto, en un acto de recaudación de fondos para las víctimas del terremoto de San Juan. Ya casada con Perón, participó activamente en la campaña electoral de su marido en 1946, siendo la primera mujer argentina en hacerlo.
Impulsó y logró la sanción en 1947 de la ley desufragio femenino. Tras lograr la igualdad política entre los hombres y las mujeres, buscó luego la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida con el artículo 39 de la Constitución de 1949. En 1949 fundó el Partido Peronista Femenino, el que presidió hasta su muerte. Desarrolló una amplia acción social a través de la Fundación Eva Perón, dirigida a los grupos más carenciados. La Fundación construyó hospitales, asilos, escuelas, impulsó el turismo social creando colonias de vacaciones, difundió el deporte entre los niños mediante campeonatos que abarcaron a toda la población, otorgó becas para estudiantes, ayudas para la vivienda y promocionó a la mujer en diversas facetas.
Adoptó una posición activa en las luchas por los derechos sociales y laborales y se constituyó en vínculo directo entre Perón y los sindicatos. En 1951, para las primeras elecciones presidenciales con sufragio universal, el movimiento obrero propuso a Evita, como la llamaba la población, como candidata a vicepresidenta, sin embargo ella renunció a la candidatura el 31 de agosto, conocido como el Día del Renunciamiento, presionada por las luchas internas en el peronismo y la sociedad ante la eventualidad de que una mujer apoyada por el sindicalismo pudiera llegar a vicepresidenta.
Debido a un fulminante cáncer de útero, falleció el 26 de julio de 1952, a la edad de 33 años. Recibió honores oficiales siendo velada en el Congreso de la Nación y en la central sindical (CGT), con un reconocimiento multitudinario sin antecedentes en el país. Su cuerpo fue embalsamado y ubicado en la CGT. La dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora secuestró y profanó su cadáver en 1955, ocultándolo durante dieciséis años.
Escribió dos libros, La razón de mi vida en 1951 y Mi mensaje en 1952 y recibió numerosos honores, entre ellos el título de Jefa Espiritual de la Nación, la gran Orden de Isabel la Católica en España de manos de Francisco Franco, la distinción de Mujer del Bicentenario, la Gran Cruz de Honor de la Cruz Roja Argentina, la Distinción del Reconocimiento de Primera Categoría de la CGT, la Gran Medalla a la Lealtad Peronista en Grado Extraordinario y el Collar de la Orden del Libertador General San Martín, la máxima distinción argentina. Se han producido además numerosas películas, musicales, obras teatrales, novelas y composiciones musicales sobre Eva Duarte de Perón.
Mujeres destacadas de nuestra historia
Alicia Moreau de Justo
Alicia Moreau fue una de las mujeres más destacadas en la búsqueda de los derechos cívicos de las mujeres argentinas a principio de siglo. Nació el 11 de octubre de 1885 en Londres y llegó al país en 1890 en una de las oleadas inmigratorias que conformaron la Argentina aluvial.
Fue una médica y política muy destacada del feminismo y del socialismo. Desde los primeros años del siglo XX, se involucró en los reclamos por mayores derechos para las mujeres. En 1902, junto a un grupo de compañeras, fundó el Centro Socialista Feminista y la Unión Gremial Femenina.2
En 1907, Angel M. Giménez, un influyente socialista de la época que la había conocido en el Congreso Internacional, la convoca para participar de los cursos de la Sociedad Luz de Barracas. De esta manera, Alicia se incorpora y comienza a trabajar centrando sus esfuerzos en la difusión de la higiene social y de la prevención sanitaria, temáticas que formaban parte de la esfera íntima, extraños en la boca de una mujer.
Hacia 1914, obtiene el título de médica con diploma de honor con su tesis “La función endócrina del ovario”. Realiza su residencia en el Hospital de Clínicas donde se interioriza de la realidad sanitaria de las mujeres argentinas. Para 1918, ya había fundado la Unión Feminista Nacional y tras el deceso de su esposo en 1928 continuó en la actividad política y la defensa de la mujer. En 1932, elaboró un proyecto de ley que establecía el sufragio femenino, el cual no se concretó hasta 1947
Mujeres destacadas de nuestra historia
Elvira Rawson de Dellepiane.
Fue una de las primeras médicas y pionera en la inserción de la mujer en la actividad científica, sino también en la vida civil, e incluso, en la familia y la sociedad argentina. Una destacada luchadora feminista por la igualdad de derechos para hombres y mujeres.
Nació en Junín, Buenos Aires, el 19 de abril de 1867 en el seno de una familia tradicional.
Estudió en la Escuela Normal de Mendoza, de donde egresó en 1884 con el título de maestra normal. La docencia fue su actividad sólo por un año, ya que en 1885 comenzó los estudios de medicina en la Universidad de Buenos Aires, donde se diplomó en 1892.
Algunos de sus logros:
Sus primeras experiencias en la profesión las realizó en el Hospital Rivadavia de Buenos Aires. Con la Revolución del 90, atendió a decenas de heridos de ambos bandos, aun contrariando las órdenes de sus superiores, y demostró un auténtico temple profesional. Se ganó, también, el reconocimiento público del Dr. Leandro N. Alem.
Integró la Unión Cívica Radical. Comenzó una prédica pública tendiente a mejorar la situación de la mujer, que la llevarían a ser una de las grandes feministas argentinas de principios de siglo. Así, formó parte del Consejo Nacional de Mujeres, participó de la creación del primer Centro Feminista y tuvo una actuación destacada en el Primer Congreso Femenino Internacional, realizado en Buenos Aires en 1910.
Abogó por el divorcio vincular, pero con limitaciones que tendían a impedir la proliferación de las rupturas matrimoniales. También propulsó la creación de los hogares maternales (hogares para madres solteras), idea que se concretó hacia 1910 con el Centro Prohogares Maternales "Juana Gorriti", institución continuadora de la obra del Centro Feminista.
Retirada de la mayor parte de sus actividades luego de 1940, falleció en Buenos Aires en junio de 1954.
Mujeres destacadas de nuestra historia
Julieta Lanteri
Julieta Lanteri, médica, política y feminista. Lanteri es reconocida por ser la primera mujer en votar en la Argentina y América Latina, así como ser la primera en ingresar a la Facultad de Medicina de la UBA. ¿Cómo logró votar cuando el sufragio femenino se aprobó décadas después, en 1947? En 1911, la Municipalidad de Buenos Aires llamó a actualizar el padrón electoral. Hicieron una convocatoria "a los ciudadanos residentes en la ciudad que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y que pagaran impuestos". Como nada decía sobre hombres o mujeres, Lanteri se basó en ese hecho y logró ser añadida por la Justicia Electoral en el padrón para votar.
La activista femenina también es conocida por haber sido la primera egresada del Colegio Nacional de La Plata y luego la quinta médica recibida en el país. De nacionalidad italiana y argentina, desde muy joven peleó por los derechos de las mujeres. Es recordada por haber organizado el Congreso Femenino Internacional porteño en 1910 y por haber fundado el Partido Feminista Nacional. Lanteri también fundó la Asociación de Universitarias Argentinas, el Primer Congreso del Niño a nivel mundial, la Liga Pro Derechos de la Mujer y la Liga por los Derechos del Niño, además de participar en la Liga contra la Trata de Blancas.
En 1919 se postuló como candidata a diputada. Como con el derecho al voto, sostuvo ante la Junta Electoral que "la Constitución emplea la designación genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo. La ley electoral no cita a la mujer en ninguna de sus excepciones". La Junta reconoció que tenía razón por lo que fue la primera mujer candidata en la Argentina, aunque no podía votar. El 1% de los votos que obtuvo eran en su totalidad de hombres.
Los años siguientes continuó luchando contra la justicia para expandir los derechos de la mujer, en especial los derechos políticos, para poder lograr así la igualdad con los hombres. A partir de 1930, Lanteri comenzó a recibir amenazas anónimas. El presidente Uriburu había designado a la Legión Cívica (de extrema derecha, de orientación fascista y a la que se le adjudicaba la muerte de varios opositores) como "partido único". En febrero de 1932, uno de sus afiliados, David Klappenbach, manejando su automóvil marcha atrás, subió a la vereda de Diagonal Norte y Suipacha, en pleno centro de Buenos Aires, y la arrolló. Julieta murió dos días después.
Faltaban pocos días para que cumpliera 59 años y había sentado las bases para que las mujeres pudieran votar, derecho que estaba reservado a los hombres y que se extendió a las mujeres en 1947, bajo la presidencia de Juan Domingo Perón.